17.5.10

Gatillazo a la cabeza

Cuando tenía 16 años juntaba todas las monedas que caían en mis manos para transformarlas en cassets, que bien sabíamos rebobinar con lápices para que las baterías del viejo walkman únicamente se dilapidaran distorsionando nuestros oídos. Eso era la felicidad y no había que anexarle más. Y evidentemente no era una felicidad de sonrisas. Era una felicidad que podía contener toda la rabia y la angustia en un sentimiento de exquisita euforia que nos llegaba a estallidos entre unos audífonos.
Sonaba el Punk. Sonaba la Polla Records.
Ahora, casi 10 años después, la euforia sigue intacta y estoy por poner los pies donde hace mucho los quería tener. Este martes en Santiago, un Gatillazo directo a la cabeza!!!

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