4.11.10

Persona, Ingmar Bergman (1966)

Me reuní con C hace dos semanas (C es una de las únicas 3 personas nobles que deben existir en este mundo; las otras 2 no las conozco) y dejo tras su visita 6 films sobre mi mesa. Aseguraba que entre las 6 que quedaban allí, y entre las 4098504513412 que se han rodado en el planeta, Persona de Ingmar Bergman era su favorita.

Aunque tengo una aversión frente al cine clásico (y frente a lo clásico en general (bajo el chisme de clásicos, se cobijan largas horas de tedio para la humanidad en diversos formatos)), gozo también de otra enfermedad que a ratos logra combatir la primera: no puedo dejar de ver una recomendación que me haga alguien cercano (tengo que verla si o si, ya sea para apalearlo como el culpable de mis disgustos o para agradecerle su sabio consejo).

Contrario a todos mis desajustados pronósticos (tal como también ocurrió en una ocasión anterior con Casablanca), Persona resulto calar también dentro de mi lista de amores fílmicos.

Persona es un ejercicio teatral, más que un ejercicio cinematográfico. Aunque en Persona aparezcan varios personajes y locaciones (no me refiero únicamente a las dos mujeres que encabezan los cuadros, sino al conjunto en su totalidad) solo existen como arquitectura para desarrollar el monologo interior de una única voz y un único espacio: la cabeza de un individuo en la que rebota una reflexión continua sobre la identidad, o más bien sobre el conflicto que genera corroborar la imposibilidad de su existencia. Si, así es, la identidad no existe. Existen papeles para representar, pero no algo que se pueda ser. Es como si el mundo fuera un teatro sin público, donde nadie puede estar sentado viendo desde las bancas porque no hay un solo individuo que tenga rostro propio; existen únicamente cabezas con máscaras que van variando continua y aleatoriamente, y gente que las pasea de un lado a otro.

Persona tiene la estructura de la representación onírica: algunos pasajes incomprensibles (no entiendo el que papel juegan los cortos que existen al principio y al final del film con un niño jugando contra el fondo de un rostro; ojala alguien me lo notifique), y personajes tomados aleatoriamente de acuerdo con las necesidades para representar inconscientemente aquello que nos genera preocupación y confusiones.

Dos fragmentos finalmente, para sugerir el film. El primero, mi escena favorita.


--->00:18:25 Elisabeth, no creo que tenga sentido que te quedes en el hospital. Te hace daño estar aquí. Como no quieres ir a casa, te sugiero que te quedes con la Hermana Alma en mi casa junto al mar. ¿Crees que no entiendo? El imposible sueño de ser. No parecer, sino ser. Consciente, alerta cada vez que despiertas. La lucha entre lo que eres con los demás y quién eres tú. Una sensación de vértigo y un deseo constante de ser expuesta. De que te entiendan, que te quiten importancia hasta desvanecerte. Cada tono de voz, una mentira. Cada gesto, falso. Cada sonrisa, una mueca. ¿Suicidarse? Es impensable. No haces cosas como ésa. Pero puedes rehusarte a moverte y a hablar. Al menos no mientes. Puedes encerrarte en tu propio mundo. No tienes que representar ningún papel, hacer gestos falsos ni cambiar el rostro. Si uno lo piensa la realidad es diabólica. Tu escondite no es a prueba de agua. La vida entra por todos lados. Te ves obligada a reaccionar. Nadie pregunta si es real o no, si eres honesta o mientes. Eso sólo importa en el teatro y tal vez ni siquiera allí. Elisabeth, entiendo por qué no te mueves ni hablas. Tu falta de vida es tu papel más fantástico. Lo entiendo y te admiro. Deberías representar este papel hasta el final, hasta que ya no sea interesante. Entonces podrás dejarlo como dejas tus demás papeles.

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