5.2.11

¿La felicidad se paga?

Interrumpiendo procesos termodinámicos de clases aun no planeadas y prontas a venir, se me fue atravesando el blog de SeñoritaLi, del cual, no puedo dejar que repostear esto y pensar si estaré o no en deuda:
Ella era feliz.
Su marido era escritor.
Sus amigos eran escritores.
Tenía casa en Malibú.
Sus amigos escritores también tenían casa en Malibú.
A la noche, todos se juntaban a cenar y hablaban de W. H. Auden y de cómo hacer buenos suflés.
Ella era fácil y sofisticada. Ella era hermosa. Qué hermosa era Joan Didion.
Subía a los aviones descalza.
Una noche, a poco de cumplir cuarenta años de casados, ella y John Gregory Dunne -su marido- encendieron la chimenea. Él leía y tomaba escocés con hielo. Ella preparaba la cena.
Hasta que ocurrió el suceso.
Ella todavía lo dice así: el suceso.

La vida cambia rápido.
La vida cambia en un instante.
Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba.
Eso escribió Joan Didion dos o tres días después de que su marido se desplomara de un infarto frente a la mesa del comedor; ocho días después de que su hija fuera internada por una neumonía seguida de choque séptico, y diez meses antes de que su hija muriera en un hospital.

Entonces, la pregunta es si la felicidad se paga.

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