9.7.13

La vida como collage


Acerca de La soledad del lector,
de David Markson


Hace mucho tiempo esperaba un libro de este tipo. Esperaba que alguien revelara las imágenes del detrás de cámaras, en el que a lo artistas les ocurre lo que a cualquiera: hijos legítimos, hijos ilegítimos, suicidas, parejas que se quisieron, parejas que no, infidelidades, sufrimiento real, sufrimiento simulado, llantos, amantes existentes, amantes inexistentes, pasiones que han alumbrado caminos, hipersexualidades, asexualidadades, métodos, hogueras, horcas, cuchillas, colores, quiebras, mecenas, enfermedades, impotencias, duelos, acusaciones, perdones, tráficos, definiciones, preguntas, notas, hábitos, desfallecimientos, lugares, obsesiones, falsificaciones. Cualquiera de esas cosas que ocurren al pie de la existencia.

Eso fue lo primero que disfruté y en lo que creía que podía consistir, tras una primera ojeada panorámica, La soledad del lector: un collage de datos puntuales de esas vidas personales de escritores, pintores, artistas, que David Markson recopilaba a través de un ojo de pez en 254 exquisitas páginas, y que aunque no puede asegurarse que sean ciertos (quien podría alguna vez saber la verdad de una historia), sí son los que históricamente hemos conocido y aceptado.

Como era de esperarse, cuando empecé a pasar las páginas con detalle, me di cuenta que esa primera impresión había errado, o cuanto menos no tenía en cuenta una dimensión aún mas amplia de lo que la literatura de Markson contemplaba: una nueva forma narrativa en la cual pareciera que se capturaran estados instantáneos de lo que pasa por la cabeza de algún personaje, y concretamente en La soledad del lector, lo que pasa por la cabeza de alguien, que como el propio Markson alguna vez lo comentó, se queda solitariamente encerrado en una habitación nadando entre las que fueron, y son sus lecturas.

Gradualmente, mientras se van revelando esas historias que aparecen como instantes interiores en la mente del lector, aparecen destellos de alguien quien desde fuera puede observar al lector como personaje, y quien también intercala en el mismo texto lo que percibe de él. Cámaras externas e internas sobre un lector que van construyendo una historia fragmentada del él mismo, la única historia que en cualquier caso puede contarse, pues la propia vida está hecha así, a trozos, y que cuando se es lector, esos trozos resultan ser inevitablemente un mapa de lecturas y personajes.

Así, la potencialidad de Markson no consiste en hacer un listado infinito de hechos sino en convertir este tipo de pequeñas citas históricas en una forma narrativa que permite dibujar lo que ocurre cuando se cierra la puerta de la habitación y se pasan así los días. Lo que hace Markson es retratar lo que pasa allí dentro, retratar la soledad del lector.

No hay comentarios:

Publicar un comentario